Tras la cristalera veo la vida pasar, se mueve ella, pasea la gente, los niños corren, los amigos charlan y yo veo la vida pasar inerte frente al cristal.
Me pregunto a mi misma como estoy y la palabra no tarda en salir: vacía.
Siento vacío el estómago, mis entrañas, mi cuerpo. Me siento como un perfil de mi misma, sin nada dentro. El quebrar de las lágrimas secas en la mejilla hacen que tome consciencia de que mi mente también está vacía y cuando consigo pensar esto, comienzo a sentir el corazón que se siente vacio.
Veo la vida pasar frente a la cristalera de un bar, y nada la hace detener. Por un momento, pienso en detenerla con el pensamiento y verme a mi misma desde fuera de la cristalera y me veo: vacía.
Me pregunto cuando me quedé así, cuando ocurrió y ni siquiera me salen las palabras para hablar conmigo misma. Sólo escucho retumbar en mi mente: Estás vacía.
Y me pregunto si alguna vez me sentí llena y me contesto que sí, al instante, me doy cuenta de que aquel momento fue una visión provocada por mi necesidad de llenar mi vacio. Vacía estoy.
Y pienso, y quiero sentir y quiero llorar. Pero estoy vacía.
Me robaron el alma, la persona, la voluntad, la felicidad y la esperanza. Vacía estoy.
Y pienso en tí, hijo mío...quiero estar llena para tí y darte todo lo bueno que sé que en algún lugar escondí para que no me lo robasen. Y busco dentro de mí la sonrisa, pero no la encuentro, busco dentro de mí las risas y no las encuentro. Y busco dentro de mí y me doy cuenta de que sólo te tengo a tí. Por que yo ya no existo, por que vacía estoy. Y quiero llenarme y ser fuerte. Pero estoy cansada por que no tengo nada donde sujetarme. Soy yo la que te tiene que sostener a tí y cogerte de la mano fuerte para enseñarte a caminar y tengo miedo por que son muchas las veces que creo que ni yo todavía he aprendido a caminar. Por que hoy, vacía estoy.
Y se que tengo que ser fuerte, pero necesito decirle al mundo que me siento vacía y que no entiendo el porqué.
Vacía estoy.
Me pregunto a mi misma como estoy y la palabra no tarda en salir: vacía.
Siento vacío el estómago, mis entrañas, mi cuerpo. Me siento como un perfil de mi misma, sin nada dentro. El quebrar de las lágrimas secas en la mejilla hacen que tome consciencia de que mi mente también está vacía y cuando consigo pensar esto, comienzo a sentir el corazón que se siente vacio.
Veo la vida pasar frente a la cristalera de un bar, y nada la hace detener. Por un momento, pienso en detenerla con el pensamiento y verme a mi misma desde fuera de la cristalera y me veo: vacía.
Me pregunto cuando me quedé así, cuando ocurrió y ni siquiera me salen las palabras para hablar conmigo misma. Sólo escucho retumbar en mi mente: Estás vacía.
Y me pregunto si alguna vez me sentí llena y me contesto que sí, al instante, me doy cuenta de que aquel momento fue una visión provocada por mi necesidad de llenar mi vacio. Vacía estoy.
Y pienso, y quiero sentir y quiero llorar. Pero estoy vacía.
Me robaron el alma, la persona, la voluntad, la felicidad y la esperanza. Vacía estoy.
Y pienso en tí, hijo mío...quiero estar llena para tí y darte todo lo bueno que sé que en algún lugar escondí para que no me lo robasen. Y busco dentro de mí la sonrisa, pero no la encuentro, busco dentro de mí las risas y no las encuentro. Y busco dentro de mí y me doy cuenta de que sólo te tengo a tí. Por que yo ya no existo, por que vacía estoy. Y quiero llenarme y ser fuerte. Pero estoy cansada por que no tengo nada donde sujetarme. Soy yo la que te tiene que sostener a tí y cogerte de la mano fuerte para enseñarte a caminar y tengo miedo por que son muchas las veces que creo que ni yo todavía he aprendido a caminar. Por que hoy, vacía estoy.
Y se que tengo que ser fuerte, pero necesito decirle al mundo que me siento vacía y que no entiendo el porqué.
Vacía estoy.
Comentarios
Somos como un cubo sediento que desciende y desciende en la profundidad de un pozo sin agua, sin fondo, oscuro, insensible, solitario, sin eco...
Nuestra llamada de auxilio se vuelve estéril. Nuestra impaciencia se transforma en desolación, en un infinito sin respuesta.
Pero en algún fugaz momento, recordamos que al nacer, nos fue entregado un lienzo en blanco, que con la escasa destreza adquirida apenas pudimos completar.
Y más tarde, otro lienzo, y así, sucesivamente hasta ahora.
Y sientes que con cada lienzo pusiste toda tu maña, tu máximo empeño.
Cuando un lienzo inexorablemente acaba sin desearlo, como éste último, el vacío que sentimos parece cruzar un abismo mediante una frágil cuerda de cuya fortaleza desconfiamos.
También a menudo olvidamos nuestras artes y colores.
En ellos residen nuestra esperanza y nuestra vida. Y con leves pinceladas al principio y con complejas mixturas de colores más tarde, dibujamos el camino que nos puede conducir a un eterno regocijo.
Recoge, pues, tu nuevo blanco lienzo y tus avíos y siembra de colores tu vida y tu camino.